Los niños tienen su primer teléfono móvil a edades cada vez más tempranas. Se estima que uno de cada tres niños de 10 años ya tiene celular y que el 76% de los adolescentes de entre 11 y 14 años utiliza a diario WhatsApp.
Sin embargo, aunque el uso de la tecnología puede reportar a los peques numerosas ventajas, sobre todo en el ámbito de las relaciones sociales, también encierra varios peligros. Por eso, se recomienda que los padres limiten el acceso de sus hijos al teléfono móvil hasta después de los 12 años y a WhatsApp hasta después de los 16 años.
3 razones para limitar el uso del teléfono móvil hasta después de los 12 años
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1. Puede causar alteraciones cognitivas y emocionales. Numerosos estudios han relacionado el uso del teléfono móvil con alteraciones cognitivas en la infancia como el déficit de atención, problemas en la memoria y retraso en el aprendizaje. También se ha vinculado con un aumento de la impulsividad y la falta de autocontrol, lo que conduce muchas veces a problemas de conducta y alteraciones más serias como la ansiedad infantil.
2. Afecta la calidad de vida. Un estudio realizado por expertos de la Escuela de Salud Pública de Harvard encontró que los niños que dedicaban al móvil más de cinco horas diarias tenían un riesgo dos veces mayor de consumir una bebida azucarada al día y un 43% más de probabilidades de padecer obesidad. Asimismo, eran más propensos a no hacer actividad física y no dormir lo suficiente durante la noche.
3. Aumenta el riesgo de adicción infantil. Una investigación realizada en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid en conjunto con otras instituciones desveló que el 57,5% de los menores de 18 años tiene una dependencia del smartphone. El problema es que utilizar el móvil desde una edad temprana aumenta las probabilidades de desarrollar adicción a la tecnología, a la vez que se convierte en un factor de riesgo para el abuso de sustancias en la adolescencia.
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¿Por qué los niños no deberían usar WhatsApp hasta después de los 16 años?
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1. Incrementa el riesgo de convertirse en víctima de acoso. Tener una cuenta de WhatsApp, sobre todo sin la supervisión de un adulto, aumenta el riesgo de que los niños se conviertan en víctimas del ciberbullying, sexting o grooming. La facilidad para contactar a cualquier persona, así como el hecho de que la aplicación de mensajería no garantice una buena protección de la intimidad, la convierte en el blanco perfecto de acosadores y pederastas.
2. Abre las puertas a las cadenas de retos. WhatsApp es una de las aplicaciones a través de las cuales se extienden las peligrosas cadenas de retos como la Ballena Azul y más recientemente, Momo, otro juego viral que no solo roba los datos de los menores sino que también les incita al suicidio.
3. Aumenta el riesgo de padecer estrés y ansiedad. La inmediatez intrínseca a WhatsApp no solo impide a los niños reflexionar sobre los mensajes que envían sino que también les mantiene en vilo, esperando para responder a sus contactos. Como consecuencia, los peques pasan el día estresados, un estado que a la larga les pasa factura y aumenta el riesgo de que padezcan ansiedad.
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¿Cómo proteger a los niños de la tecnología?
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1. Enséñales a proteger su intimidad. Antes o después, los niños accederán a la tecnología, por lo que es importante enseñarles a proteger su intimidad antes de que tengan su primer móvil o su primera cuenta en WhatsApp. Debes explicarle la diferencia entre la información privada y los datos que pueden hacer públicos.
2. Explícales las consecuencias. Es importante que los niños sean conscientes de los riesgos a los que se exponen en Internet y, sobre todo, en WhatsApp. Puedes explicarles, por ejemplo, que cuando envían un mensaje o una foto privada ese contenido puede terminar en las manos equivocadas. También es conveniente que sean conscientes de las conductas online que suponen un delito.
3. Ponles límites. Cuando los niños tienen acceso a la tecnología es fundamental establecer determinados límites, lo mismo para el contenido que visitan como para el tiempo que le dedican. Lo ideal es que los peques no pasen más de dos horas al día en Internet y que dediquen gran parte a revisar contenidos educativos que estimulen su desarrollo.
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